Drago Bozovich – Revista Amcham

En un mundo donde la vida urbana y la tecnología marcan el ritmo, Drago Bozovich Noriega ha encontrado siempre un ancla en la naturaleza. Empresario con raíces profundas en el sector forestal, su vínculo con el bosque, el campo y la selva no es solo profesional, sino profundamente personal. En esta columna, Bozovich nos invita a recorrer los paisajes de su infancia y juventud, recordándonos que el verdadero lujo no siempre se mide en comodidades, sino en experiencias auténticas que nos conectan con lo esencial.
Conexión con la Naturaleza desde la Infancia
Desde que tengo uso de razón, siempre he estado muy ligado a la naturaleza, al campo y al aire libre.
Recuerdo, cuando era niño, las visitas a la casa de mi abuela en Oxapampa, donde jugaba entre naranjales y cafetales. Luego, nos bañábamos en el río de Chontabamba hasta no sentir ni los pies ni las manos por lo fría que estaba el agua.
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Aventuras en el Aserradero
También solía acompañar a mi papá —un sinfín de veces— al aserradero en Satipo. Allí, mi hermano y yo pasábamos el día jugando a fabricar “lo que sea” con los palitos y retazos de madera que sobraban. Era casi una actividad de sol a sol… ¡nosotros creíamos que ese era nuestro trabajo! (¡Jajajaja!).
La Selva y el Esquí Acuático
Ya adolescente, mi papá, fanático del esquí acuático, me llevaba con él en sus viajes de trabajo a Pucallpa. Al terminar la jornada —deshidratados de tanto sudar y muertos de calor— nos escapábamos a la laguna de Yarinacocha a esquiar, incluso de noche si la luna llena lo permitía.
Cuando el día acababa, podía pasar horas contemplando el impresionante cielo estrellado, buscando alguna estrella fugaz. Gracias a la pureza y claridad del cielo, nunca me defraudaban… siempre se dejaban ver.
Orgulloso de “Irme a la Selva”
Cuando se acercaban las vacaciones escolares y mis amigos hablaban de ir a Miami o a Disney, yo les decía con orgullo:
“Me voy a la Selva.”
Crecí siempre expuesto al sol, al aire puro y limpio, en medio de actividad física y sana. Pero el verdadero lujo, el plato fuerte, siempre fue ir al bosque.
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El Lujo de la Naturaleza en la Vida Moderna
Hoy, ya adulto, me doy cuenta del verdadero lujo que algo tan simple puede representar en la vida de alguien que está constantemente “ocupado” y corriendo de un lado a otro, de aeropuerto en aeropuerto y de reunión en reunión.
Aunque la velocidad de la vida moderna es otra y las opciones de actividades para los chicos son mucho mayores, siempre trato de exponerlos lo máximo posible a la naturaleza.
Un Consejo Final
Y claro está, de vez en cuando, nos damos una escapadita a nuestra bella y mágica selva.
Algo que a todos ustedes les recomiendo hacer, al menos una vez en la vida.
Para Drago Bozovich Noriega, aquellos momentos vividos entre árboles, ríos y caminos de tierra no solo marcaron su niñez, sino que se convirtieron en una filosofía de vida que hoy busca compartir con sus hijos. A pesar del ritmo acelerado que impone la vida moderna, él sigue encontrando en la naturaleza un espacio de reencuentro, de equilibrio y de inspiración. Con esta columna, nos deja una invitación sencilla pero poderosa: regresar, al menos una vez, a la selva —ese lugar mágico que, para él, siempre ha sido sinónimo de hogar.